El día 28 de abril se celebre el Día Mundial de la Seguridad y Saludo Laboral en el Trabajo, aprovechando este acontecimiento quiero hacer un recorrido histórico por los antecedentes de esta materia.
Los riesgos asociados a las actividades laborales aparecen desde que el hombre inventó las primeras herramientas en la Edad de Piedra. Antiguamente, no se le daba importancia a la persona en el ámbito del trabajo. No hay más que reflexionar un poco sobre el gasto de vidas humanas que supusieron las obras monumentales, como las pirámides egipcias o los acueductos romanos.
La evolución de las normas que han regido en la actividad laboral se ha caracterizado por su lentitud, de tal manera que tan sólo en las últimas décadas se ha tomado conciencia de la importancia que tiene la prevención de riesgos laborales (PRL) en el ser humano.
Tradicionalmente, cuando decimos que algo ocurre por accidente solemos asimilarlo a una casualidad, porque se entiende que no es posible preverlo y evitarlo. Es decir, todavía existe una cultura de la fatalidad, de lo inevitable e imprevisible y, por lo tanto, de lo ajeno a nuestra voluntad.
A lo largo de la historia, los hombres han ido aprendiendo a conocer los riesgos y sus características. Riesgos emanados directamente de la propia naturaleza y de las consecuencias de la propia actividad humana. Por tanto, hemos aprendido también a defendernos de los mismos y de sus posibles consecuencias.
Frecuentemente, y especialmente en lo que se refiere a la seguridad en el trabajo (la lucha contra los accidentes y sus consecuencias), los estudios que se han realizado han aportado avances en la protección contra diversas técnicas ofensivas que aparecen sucesivamente.
De esta forma, se crean distintos sistemas de protección, tanto individual (guantes) como colectivas (vallas), que una vez finalizada la guerra se incorporan a nuestro día a día con tales fines, pero esta vez en relación con los accidentes laborales.
A pesar de todo, tan sólo nos protegemos cuando el peligro surge y nos sentimos amenazados. Casi siempre, se cree que el accidente y la enfermedad se producen por azar o casualidad, y se interpreta como mala suerte.
No se adoptan medidas preventivas porque se piensa que las causas son ajenas, inalcanzables, cosas del destino. Y, por lo tanto, no hay nada que hacer antes de que se produzca, salvo medidas reparadoras y compensadoras para quien tenga la mala suerte de sufrir algún accidente o una enfermedad laboral (seguro de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales).
El primer antecedente histórico conocido de una normativa de protección al trabajador aparece en Mesopotamia alrededor del año 1800 a.C., conocido como el Código Hammurabi, bajo cuyo reinado se desarrollaron una serie de normas de protección del débil frente al fuerte, definición detallada de indemnizaciones ante eventos dañosos, la creación de tribunales de conciliación, así como datos sobre prácticas médicas.
Posteriormente, se desarrollaron otros trabajos relacionados con la salud laboral, entre los que podemos destacar varios hitos históricos como precursores en la PRL.